lunes, 15 de octubre de 2007

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

por Alberto Manguel

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Pinocho no ha aprendido a penetrar en un libro y a explorar sus límites en ocasiones inalcanzables, nunca sabrá que sus propias aventuras poseen raíces literarias. Su vida (pero esto él lo ignora) es en realidad una combinación de historias antiguas y mitos ancestrales en las cuales algún día (cuando aprenda a leer de verdad) reconocerá acaso su biografía. Esto es válido para todo lector.

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En esta zona ambigua entre la posesión y el reconocimiento, entre la identidad impuesta por los demás y la identidad descubierta por uno mismo, yace el acto de leer.

La letra, con sangre entra

Pero en el seno de cada sistema escolar existe una feroz paradoja. Una sociedad necesita impartirles a sus ciudadanos el conocimiento de sus códigos, de modo que estos ciudadanos puedan volverse participantes activos, pero el conocimiento de dicho código, más allá de la mera habilidad para descifrar un eslogan político, una publicidad o un manual de instrucciones básicas, también permite que estos mismos ciudadanos critiquen su sociedad, revelen sus defectos o intenten alguna clase de cambio. En el mismo sistema que hace posible el funcionamiento de una sociedad reside el poder de subvertirla. De manera que el maestro, la persona escogida por esa sociedad para transmitir a los nuevos miembros los secretos de su vocabulario común, representa de hecho un peligro, un Sócrates capaz de corromper a los jóvenes, alguien que debe por un lado continuar a enseñar a pensar y que, por el otro, debe someterse a las leyes de la sociedad que le confirió ese puesto de tutor, hasta el extremo de la autodestrucción, como en el caso de Sócrates. Un maestro está siempre atrapado en esta doble misión: la de enseñar para hacer que los estudiantes piensen por sí mismos, pero la de enseñar de acuerdo con una estructura social que pone un freno al pensamiento. La escuela, en el mundo de Pinocho (como en el nuestro), no es un campo de entrenamiento para volverse un niño mejor y más completo, sino un lugar de iniciación al mundo de los adultos, con sus convenciones, sus exigencias burocráticas, sus acuerdos tácitos y su sistema de castas. No existe tal cosa como una escuela para anarquistas y, sin embargo, en cierto modo cada maestro debe enseñar el anarquismo, debe enseñar a sus alumnos a impugnar reglas y regulaciones, a buscar explicaciones tras todo dogma, a confrontar imposiciones, a no acatar órdenes; a rechazar prejuicios, a reclamarle autoridad a quien está en el poder, a encontrar una posición desde la cual emitir sus propias ideas, aun cuando éstas se opongan y finalmente aniquilen al propio maestro.

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Trascender este estrecho vocabulario de lo que la sociedad considera como “bueno y sensible” hacia uno más vasto, más rico y, sobre todo, más ambiguo, es algo aterrador, porque este otro campo semántico no tiene fronteras y equivale exactamente a pensar, a emocionarse, a intuir. Este vocabulario infinito está abierto y disponible si nos tomamos el tiempo y si hacemos el esfuerzo de explorarlo; y a lo largo de muchos siglos ha ido forjando palabras a partir de la experiencia, con el objeto de devolvernos en palabras la imagen de esa experiencia, de permitirnos entender el mundo y entendernos a nosotros mismos. Este vocabulario es más grande y duradero que la biblioteca de Pinocho, hecha de dulces y de golosinas, porque la incluye (metafóricamente) y porque, en concreto, conduce a ella, al permitirnos imaginar cómo podríamos cambiar una sociedad en la que Pinocho se muere de hambre, es agredido y explotado, es privado de su estatus de niño, es forzado a ser obediente y a ser feliz en su obediencia. Imaginar consiste en disolver barreras, en ignorar fronteras, en subvertir la visión del mundo que nos ha sido impuesta. Aunque Collodi no le puede conceder a su muñeco este estado final de autodescubrimiento, llegó a intuir, creo yo, las posibilidades de sus dones imaginativos. Y aun cuando afirmó la importancia del pan sobre las palabras, sabía que cada crisis de la sociedad es, en definitiva, una crisis de la imaginación.

El texto íntegro de este artículo podeis encontrarlo en:
http://www.redeseducacion.net/Conf_intel_artif.htm

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