viernes, 18 de enero de 2008

TIEMPO Y RETRATO

Voy a confesar aquí dos cosas: la primera es que me siento atraído por el arte; la segunda es que, de vez en cuando, quizá demasiado frecuentemente como para ser considerado una persona saludable y socialmente aceptable, me suceden cosas irrisorias y de poco valor como, por ejemplo, rememorar unas exposiciones que hace meses cerraron sus puertas en Madrid. Así que con un mucho de vergüenza y un poco de atrevimiento voy a escribir sobre aquellas exposiciones que nos acercaban la obra de Tintoretto y nos mostraban las múltiples facetas del retrato moderno.

Pero… ¿por qué escribir sobre estas exposiciones en concreto y no sobre otras? ¿A causa del espacio y el tiempo que les dedicaron los medios de comunicación? ¿A causa de que las instituciones que las organizaban gozan de gran prestigio social? No y no. ¿Y por qué dedicar un sólo escrito a ambas? ¿Es que tienen algo en común? Por que la intensidad las unifica y sí que lo tienen, algo sobre lo que voy a escribir y otras características que voy a callar por no extenderme y con el fin de que cada quien pueda pensar y aportar lo que desee.

La exposición de Tintoretto se abría y se cerraba con sendos autorretratos del artista. En ellos podíamos observar que la mirada ávida de conocimiento de la juventud del pintor veneciano continúa existiendo en su vejez, pero ya se ha llenado del peso de la vida vivida, la que él quiso vivir y la que capturó a su ser. No ha dejado de ser él mismo, pero ya no puede ser otro porque así se lo propuso en su juventud. El peso de haber pintado como él quería sin renunciar a vivir en el mundo que le había tocado está en su mirada dura, triste y vivaz. Quizá la única diferencia con la mirada de juventud es que esta era dura, vivaz y alegre.

En la exposición en torno al retrato se podía intuir cómo a lo largo del siglo XIX se deja de creer en la ilusión de la representación y se abre el camino hacia múltiples formas de representación que sólo en su contigüidad serán capaces de dar una idea del ser humano. De esta forma se llegará a una variedad formal de retratos y autorretratos que se corresponde con la búsqueda de identidad del ser humano a lo largo del siglo XX y con el recorrido del hombre hacia la pérdida de identidad en la globalización.

Durante la visita a aquellas exposiciones me sentí invadido por multitud de miradas, Me sentí interrogado y contestado. Me sentí despreciado y querido. Me sentí anonadado y acariciado. Me sentí impotente. Me sentí llamado. Me sentí engañado. El color jugó conmigo, con mis sensaciones, y aún me pedía algo más, ofrecía algo más: ser reconocido, anularme, envejecer, resucitar y negar cualquier posible reencarnación.

miércoles, 9 de enero de 2008

VUELVE EL TERRORISMO QUE NUNCA SE HABIA MARCHADO

Un grupo terrorista no puede ser calificado con más adjetivos que el propio que define su nombre: terrorista. En este calificativo se encuentra su definición: pretende sembrar el terror, hacer crecer el terror, jugar con el terror, dar poder al terror. En la medida que aumenta el terror en el mundo, el grupo terrorista pretende disminuir la influencia en el mundo de otras categorías como la libertad, la crítica o la justicia.

Su propia definición es la causa de que sus acciones, en contra de lo que pretende transmitir su propaganda política, no puedan ser achacadas a la influencia de ningún acto de gobierno, de ninguna ideología política ni de ningún enfoque de partido. El único enfrentamiento posible a los problemas políticos y sociales que generan su existencia y sus acciones es el arrinconamiento de su lógica del terror, que sólo puede ser conseguido con la unidad de todos y cada uno de los grupos y personas que, en mayor o menor medida, pretenden el fomento de categorías como la libertad, la crítica o la justicia, aquellas que quieren ser segadas gracias al aumento del terror.